Escrito por N.G
Fotos por @kics.photo
Produjo: Chargola
El Gran Chiste convirtió al Movistar Arena en un templo de la risa: un festival único donde estilos, generaciones y culturas se encontraron en un mismo escenario para recordarnos que, a veces, lo único que importa es reír.
El Movistar Arena se convirtió en un gigantesco club de la comedia gracias a “El Gran Chiste”, un festival que reunió a lo más destacado del stand up nacional. Con una propuesta que combinó interacción en vivo, dinámicas inesperadas y rutinas de estilos muy distintos, la noche se transformó en un viaje cargado de carcajadas, complicidades y guiños culturales.
Una previa con alma de podcast
El arranque estuvo a cargo del equipo de “El Sentido del Humor”, compuesto por Cynthia Gallardo, Marcelo Valverde y Héctor Romero. Sobre una mesa instalada en el centro del escenario, como si fuera un stream en vivo (de hecho, si estaban transmitiendo), donde improvisaron, lanzaron comentarios agudos y dialogaron con el público que venía recién llegando en un tono relajado que marcó la pauta de esta esperada velada.
La gran sorpresa la dio Darinka González, quien apareció entre el público disfrazada de Wally. Desde allí se transformó en el nexo entre el público y el escenario, animando la transición y provocando carcajadas al interactuar con los asistentes mientras buscaban al “doble” de cada humorista que se presentaría en la noche. La dinámica se reforzó, aún más, con un “Adivina Quién” en versión gigante, que convirtió al público de las plateas en un tablero humano.
Don Carter, anfitrión sin filtros
El legendario Don Carter tomó el micrófono como maestro de ceremonias tras ser presentado por Fabrizio Copano. Fiel a su estilo irreverente, entre rutina y rutina mantuvo encendido al público con chistes sobre personajes televisivos, monjas y remates subidos de tono. Con su desparpajo demostró por qué se mantiene vigente y como un referente de la comedia. Además, supo mover la energía de la sala y preparar el terreno para cada número de una manera grandiosa.
Los protagonistas de la risa
El primero en subir fue Esteban Düch el “turista permanente”. Venezolano radicado en Chile hace más de una década, construyó su rutina en torno a su experiencia migrante, relatando con humor observacional cómo se ha ido “chilenizando” con el tiempo. Su cercanía y simpatía hicieron que el público lo acogiera con aplausos y risas cálidas, dándole un arranque entrañable al festival.
El escenario luego recibió a Paloma Salas, una de las voces más lúcidas y filosas del stand up nacional. Fiel a su estilo ácido e irónico, abrió con una pregunta directa: “¿Hay homosexuales en el público?”. No era un gesto provocador gratuito, sino el inicio de una rutina que la muestra como una aliada cercana a la comunidad LGBT+, a la que dice admirar y conocer desde pequeña.
Con esa complicidad como base, Paloma desplegó un humor que combinó la observación crítica con el cariño, ironizando sobre las nuevas generaciones dentro de la comunidad, los cambios culturales y hasta la religión, con pasajes donde Jesús se transformó en un inesperado personaje dentro del relato. Su rutina fue ácida, directa y efectiva, sacando carcajadas desde la ironía y la cercanía.
La risa rápida y sin respiro vino de la mano de Luis Slimming, también conocido como Don Comedia. Considerado el rey del chiste corto, jugó con la actualidad y la contingencia con un ritmo ágil y certero, sacando carcajadas constantes del público. Su estilo directo confirmó su lugar como uno de los referentes más sólidos y respetados de la escena humorística chilena.
El cambio de registro lo trajo Pamela Leiva, la “Garota de Puente Alto”, con una rutina entrañable y cercana. Entre anécdotas sobre su vida después del Festival de Viña, los comentarios del público y su relación con su madre, Pamela construyó un relato íntimo que emocionó y divirtió por igual, conectando especialmente con la audiencia adulta que llegó al recinto de Parque O'Higgins.
Finalmente, Fabrizio Copano volvió al escenario para cerrar la jornada. Con un estilo narrativo y observacional, con el que se ha hecho un espacio en el difícil circuito estadounidense. El menor de los hermanos jugó con las diferencias entre chilenos y venezolanos, contrastando formas de vivir, de criar a los hijos y de relacionarse en familia. Fue un broche fresco, cercano y lleno de guiños a la multiculturalidad que atraviesa la vida cotidiana de quienes hoy habitan Chile.
Un festival único
Más que un simple espectáculo, El Gran Chiste fue una celebración de estilos y generaciones. Desde la ironía punzante hasta el humor más íntimo y personal, pasando por la agilidad de los chistes cortos y el desparpajo sin censura, cada comediante dejó su marca.
Lo que distingue a este festival es su esencia: un espacio dedicado exclusivamente a la comedia, sin teloneros musicales ni distracciones, donde los comediantes pueden expresarse en absoluta libertad, sin censuras o control de guiones como ocurre en la televisión o en festivales como Olmué o Viña.
En un país donde la risa suele aparecer mezclada entre otros formatos, El Gran Chiste se instala como un encuentro imprescindible: un recordatorio de que, al menos por una noche, lo único que importa es que la gente se riera a más no poder. Es por esto, que ojalá hayan más versiones de este festival en el futuro.
0 Comentarios